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Holanda el País XXX

Holanda, el país XXX 

Holanda es un país de tres equis. Esta es la señal y el símbolo que lo caracterizan en la historia pasada y reciente. Son las marcas que aparecen en su escudo de armas y representan a los tres grandes enemigos que ha tenido que vencer: el agua, la peste y el fuego. Las tres equis también confirman su tolerancia hacia temas fundamentales como el sexo, la droga y la muerte. 

Todo lo que se dice de Amsterdam es cierto. Aquí toleran legalmente la compra y el consumo de marihuana y hachís, siempre y cuando este trámite se realice en los sitios autorizados por el gobierno, el cual permite la posesión individual de estas "drogas blandas" por un máximo de 5 gramos y, aunque se advierte a los turistas que de preferencia no se pongan pachecos en las calles o plazas de la ciudad, los que lo hacen no son castigados.

Tampoco es ilegal ejercer la prostitución. Se le considera como un trabajo más dentro de la estructura laboral y las obreras del sexo cuentan con toda la seguridad social del Estado. En su mayoría están representadas por un sindicato y pagan impuestos, pero no cuentan con seguro de desempleo, un privilegio reservado únicamente a las que prestan sus servicios a una empresa.

Asimismo existe una amplia zona roja en el centro de la ciudad, que permanece en actividad las 24 horas del día y que funciona bajo un régimen de seguridad pública y privada en verdad envidiable para cualquier otra urbe.

En Holanda es legal el aborto en todas sus modalidades, salvo cuando éste ponga en peligro la vida de la paciente, y también está tolerada la intervención médica para asistir en la muerte a los enfermos terminales que deseen poner fin voluntariamente a su vida: la eutanasia. 

-Gedogen -dicen los holandeses cuando se les pregunta su opinión sobre la legalización de las drogas blandas, la prostitución y la eutanasia. 

Gedogen es una palabra clave que sintetiza, en diversas formas, el espíritu de tolerancia que goza del apoyo total del Parlamento de la ciudad y del gobierno federal. Gedogen es también un calificativo para burlarse de una situación contradictoria basada, por una parte, en el tráfico de drogas -absolutamente prohibido, aunque esté permitida la venta-, y que, por otro lado, trae enormes beneficios económicos debido a la atracción que este fenómeno ejerce sobre el turismo. Gedogen es al mismo tiempo una negociación oscura que cuesta trabajo explicar. Gedogen es algo que está medio legalizado, despenalizado. Es una llave a la permisividad.

Ubicado a unas cuantas calles del centro de esta ciudad, establecido sobre las dos orillas del canal Voorburgwal, el también llamado barrio de la luz roja ofrece día y noche el espectáculo de sus vitrinas. En una profusión de jaulas de vidrio, cientos de mujeres exhiben su carne envuelta en prodigios de lencería, a lo largo de dos calles de arquitectura clásica en la que abundan hoteles, bares, tiendas de artículos sexuales, cabaretes tipo burlesque, un museo del erotismo y una institución dedicada a investigar los beneficios de la marihuana. 

¡Family prices! (¡precios familiares!), gritan los merolicos al paso de las parejas de visitantes extranjeros que vagabundean ante las puertas de los negocios donde cada media hora bellos cuerpos de uno y otro sexos copulan en vivo, aunque no todos son tan bellos, pues hay también enanos, gordas gigantescas, bailarinas venidas a menos y todas las variantes que caben entre estos extremos. 

La Zona Rosa de Amsterdam es el escaparate del reventón público, pero detrás del ancho mundo de la prostitución, organizada en este lugar como un parque de atracciones, hay una amplia red de empresas que venden compañía femenina por horas, días o meses, o publicitan sofisticados burdeles instalados en mansiones del siglo XIX con termas romanas para compartir y salas de masaje oriental. 

Sólo en la guía Erotic Map Amsterdam aparecen 150 opciones de divertimiento sexual que anuncian sex-shops, cabinas de pep-show (sexo en vivo), para mironear novias momentáneas (escort service), cines porno, museos especializados e incluso playas nudistas. 

 Las variantes de los sueños sexuales que se quieran realizar dependen, por supuesto, de las tarifas. La compañía de una mujer te cuesta 100 dólares por hora, pero el precio baja a mil dólares si la contratas un día entero, y cae hasta 2 mil 500 si la alquilas toda una semana. Para elegir a las chicas puedes consultar un variado menú en las páginas de Internet, o atenerte a los buenos gustos de los conseguidores que, dicen, no fallan. 

Todo aquello que los curiosos o los ávidos pretendan hallar en materia de diversión heterosexual, Amsterdam lo ofrece igualmente en el barrio de los homosexuales, donde al parejo de la industria del comercio carnal especializado se desarrollan diversas organizaciones interesadas en la lucha contra el sida. Por su avanzada tolerancia en casi todos los aspectos de la vida, Amsterdam es considerada también como el paraíso gay de Europa. 

Sex shop show 

Llamadas "jugueterías para adultos" en Japón, los sex-shops de Amsterdam te brindan la más variada mercancía. Un anillo de hule ajustable para retrasar la eyaculación te cuesta 70 florines (280 pesos), pero te sale más barato el paquete de condones extra largos y extra anchos de factura alemana, aunque también puedes adquirir el novedoso dildo, prótesis con la forma del apéndice masculino, de 9 pulgadas de largo y 2 de ancho hecha con absoluto realismo a base de un material que te da una sensación muy semejante a la que brinda el contacto directo con la piel. Y no es muy caro. Por 100 florines más (400 pesos) te llevas una vagina eléctrica y con un poco de lubricante puedes alcanzar la satisfacción que buscabas si pagas para que, en una cabina individual, una de las chicas de las vitrinas se introduzca en tus sueños o te haga soñar sentado nomás de mirarla. 

La ventaja de la pornografía es que no se necesita mucha imaginación para encontrarse en los cientos de videos, cabinas y revistas algo que nos interese y a la brevedad se nos olvide, pero es buen preámbulo para ingresar a la zona y desatar la calentura y excitación permanente que ofrece, sobre todo para los hombres, el distrito rojo de Amsterdam. 

Las vitrinas son los espejos donde uno mira lo que quiere poseer. Uno las observa y te observan. Son ventanas y puertas que miran, a su vez, a los que pasan ante ellas. Adentro las mujeres regalan una deliciosa sonrisa y exhiben las piernas mas espigadas y los pechos más prominentes, aunque cueros vemos y silicona no sabemos. 

Vitrinas que se alquilan como ventanas y puertas de hermosos edificios dentro de las calles de una ciudad ordenada. En su interior, sentadas, hincadas, peinadas y generalmente hermosas, están las putas, que parecen más modelos de Vogue o de Elle, pero son tan reales que por sólo 100 florines puedes estar un rato con ellas, en un cuarto oloroso a buen perfume, aunque no se encueren. Eso vale, mi señor, 50 florines más. 

Atrás de la Vieja Iglesia (o Nieuwe Kerk, edificio construido en 1400), hay estrechos callejones de dos metros de ancho y en lugar de paredes hay vitrinas, o puertas y ventanas donde posan varias muñecas bellísimas, aunque también las puede haber horribles, mutiladas y deformes; en materia de gustos eróticos no hay nada escrito y reciben por igual la visita y el dinero de jóvenes y viejos procedentes de todo el mundo. 

Existe claramente un sector oriental ocupado por jóvenes asiáticas por demás esculturales, vestidas o más bien desvestidas con una lencería de concurso. Hay otro callejón para el personal africano, donde las muñecas son de jade y lucen radiantes y musculosas. Seguramente huelen a gloria. Entre ellas hay tres vestales negras de pechos antológicos, enfundados en un sostén blanco que los hace más ostensibles. Pero tienen mal carácter y ahuyentan a la clientela con sus agrios modales. 

En las vitrinas de la calle principal se muestran las mujeres más cotizadas y apegadas al canon occidental y hollywoodense, que comparten la atracción de los curiosos con algunas colegas enfundadas en trajes de cuero y provistas de látigos y cadenas que invitan al juego de la sumisión que fascina a los adictos pasivos a la tortura. 

Sexo en vivo, sexo contigo 

Los shows en vivo son la prolongación natural de las tiendas porno y éstos, junto a los pep-shows (exhibición de mujeres masturbándose frente a un espejo que cubre nuestra identidad), son los locales con mayor audiencia. En pequeños foros-bares con capacidad para 100 personas se presenta un espectáculo corto en el que una guapa stripper baila y se desnuda al compás de una rítmica melodía. 

Al término de la tercera canción, juega con una vela encendida, cuya base poco a poco introduce en su cuerpo, la cual permanece dentro mientras la artista hace piruetas en el suelo cubierto con una manta de su propiedad. El público, formado por hombres jóvenes, mujeres-esposas, viejos y abuelas, observa entre divertido y acalorado cómo la mujer-vela se consume. Luego sube al escenario una pareja desnuda y ella, tras breves minutos de faje reglamentario, toma el órgano del maduro cuarentón y con dedos y labios lo toca virtuosamente como una flauta. Este es el preámbulo de una coreografía que incluye tres o cuatro posiciones combinando los lugares comunes del KamaSutra con una rutina casi aeróbica, en la que lo más inquietante es el arete vaginal de la muchacha. 

A las tres de la mañana la Zona Rosa es un hervidero de idiomas, canciones y olores. Luces rojas, azules y blancas inundan de reflejos el agua del Voorburgwal, que cruza la calle. Entran y salen los orientales de los cuartos, con amplia cara de satisfacción o enojo. Los alemanes esperan a sus amigos para aplaudirles cuando abandonan las vitrinas y varios ricos ejecutivos aguardan a que se desocupe la mujer que les gustó. Mientras los clientes pululan, ellas hablan por teléfono celular al tiempo que se peinan y bailan y se contornean. 

A espaldas de los policías que recorren el bullicio, deambulan los turcos ofreciendo cocaína y el perfume del hachís endulza el aire; mientras, en la vitrina de más allá, Sonia, la prostituta mas hermosa del mundo, acaricia a su perrito blanco y el animal parece más atento a los mirones que los ojos ausentes de su dueña.